EL AJO Y LOS EGIPCIOS
Los egipcios apreciaron el ajo en gastronomía y en medicina. Los faraones se hacían sepultar con ajuares funerarios que incluían pequeñas esculturas de arcilla y madera que representaban bulbos de ajo y cebolla, destinados a aromatizar y aliñar sus manjares ultraterrenos.
Un papiro médico, conocido como papiro Ebers (1500 a. de C.), nos ha dejado veintidós recetas con ajo para curar tumores, molestias cardiacas, cefaleas, mordeduras de animales, infestaciones de gusanos, heridas y traumatismos.
Se pensaba que era infalible contra la picadura de escorpión, la mordedura de víbora o de un perro rabioso: en estos casos, además de frotar con ajo la parte herida, se tenían que comer varios dientes crudos para purificar el organismo entero.
Los trabajadores que construyeron las pirámides recibían cada día unos dientes de ajo para beneficiarse de sus propiedades antisépticas y tónicas.
Incluso lejos del Mediterráneo, el ajo se conocía desde hace más de tres mil años. Se utilizaba en la India para sanar heridas, úlceras y llagas. En la China, en cambio, era más popular la cebolla, que, en forma de té, se recetaba como febrífugo y remedio contra el dolor de cabeza, el cólera y la disentería.
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